miércoles, 28 de mayo de 2014

Zapato de nobuck




-Está usted pisando mi pie.
-Lo lamento, no me di cuenta.
-No importa, en realidad no es mi pie, es una prótesis, pero se me ensucia el zapato y me apena.
-Es lo que tiene el autobús, estamos todos tan próximos...
-Mi zapato es de nobuck y cuesta de limpiar.


Quedó mirando sus zapatos, eran negros y efectivamente se notaba la suciedad provocada por el pisotón.
-Yo puedo limpiarselos si quiere.
Ella le miró y contestó sorprendida.
-Aquí en el autobús no es un lugar correcto, y puede además ser peligroso.
-Lo entiendo-, le contestó él, pero créame que me gustaría reparar el desaguisado.
-No se apure-, sonrió -no tiene mayor importancia, pero no vuelva a hacerlo.
-Por supuesto que no-, contestó él.
Entonces él abrió la mochila que llevaba cogida de la mano, tuvo que soltarse de la barra de metal que le sujetaba y ayudaba a mantener el equilibrio, mientras tanto  el autobús cruzaba la ciudad entre arranques y paradas.
Sacó un pañuelo de papel y se sentó en el suelo del autobús   estaba llamando la atención y ella;  azorada,  se lo reprochaba.
-¿Qué hace usted?, levante hombre de Dios.
Él la miraba desde el suelo, sonriente.
-Nos mira todo el mundo. ¿No le da a usted vergüenza?
-En un minuto acabo-, contesto él mientras con el pañuelo limpiaba la puntera del zapato sucio.
Ella apartaba el pie, pero entonces él tomo su tobillo y sujetándole  así la pierna continuó su labor de limpieza.
Ella se sonrojó,  nerviosa, violentada por el atrevimiento de aquel extraño, empeñado en limpiar su zapato y tan atrevido que sujetándole la pierna por el tobillo la tenia inmovilizada, pues además el autobús estaba lleno de gente.
-Ya está limpio-, y se puso en pie frente a frente con ella.
-¿Y a usted quien le manda?-, reprochó ella, mientras él le sonreía satisfecho.
-Tiene usted un tobillo precioso y de un tacto encantador, ha sido un placer.
-Es usted idiota-, respondió ella -¿Qué tacto va a tener si es una prótesis?
-¿Nunca le han elogiado su tobillo?
-No, pero me han elogiado otras cosas.
-No me sorprende. ¿Me permite que se lo vuelva a tocar?
-¡No!
-No se enfade usted, es que estaría acariciando su tobillo durante horas.
-Impertinente.
-Me encantaría tanto...solo unos segundos.
-Bueno, dos segundos, pero disimule usted, hombre.
Entonces el autobús se detuvo de nuevo.
-No hay tiempo, he de bajar.
Ella bajó del autobús y él quedo mirándola desde el interior y la vio alejarse, enamorado del zapato de nobuck


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