viernes, 2 de mayo de 2014

Ni piedad ni consuelo



 Todas las luces enrojecen por la sangre que llueve.
Sobre los mares caerán las cenizas de las plumas  metálicas y se abrirán los párpados al horror.
Desde el Sol descenderán los dedos del castigo.

No hay piedad ni consuelo para los ciegos suicidas, las voces que gritaron orgullosas enmudecen y la ira supera al miedo y el miedo, consume las mentes que estallan cada amanecer.

Solo la noche se apiada de las almas, solo la fresca noche.

Amanece y los rayos del Sol queman las calles y deslumbran los ojos, el aire caliente toca la piel de las victimas, y no hay sombras que detengan la acción de la Luz.


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