Enamoramiento

Todas las noches desde hace semanas salgo a buscarla,  ya sé que me lo reprocharéis, una persona de mi edad persiguiendo a una jovencita resulta cuando menos patético, pero no puedo ocultar mi enamoramiento.
Aquella noche había salido, como otras noches, a un paseo no programado, como suele ser habitual, nunca programo nada y menos esos paseos nocturnos.
Suele ocurrir en los sueños que de pronto uno se da cuenta de que está hablando con alguien, se trataba de un muchacho aún adolescente por el que enseguida sentí una emoción amistosa.
Estuvimos haciéndonos compañía durante un rato, hasta que llegamos a un lugar que parecía ser  un comercio pero sin estanterías, solo un hermoso color blanco matizado por reflejos verdes como el cesped fresco y bien cuidado.

Tuve la sensación de que aquel muchacho estaba hecho para ella.
Quise presentársela, le hablé de ella y de sus virtudes, de la belleza de su talle incorruptible ante el paso del tiempo, la fuerza de su carácter y la proyección de su mirada que parecía atravesar el tiempo y las dimensiones.
De la presente de tal manera que quedó fascinado; siendo yo joven sentí mi pasión por ella desbordar mi cordura,  me enamoró y conservo la pasión que transmito.
Mas ella permaneció en su edad eterna y yo cambié a pesar de seguirla amando se me hizo lejana.

Y así fue que se la presenté y pasado un tiempo, dejé de verla en mis paseos, le pregunté al muchacho si sabía de ella.
Me contestó que sí, pero que mi percepción de ella era exagerada, que  no era tan maravillosa y que  al tocarla se transformó en un ser vulgar entre la multitud.

No le advertí, no lo creí necesario, que ella no debía de ser tocada, sólo admirada y saber renunciar a ella porque no se dejaría abrazar por nadie.

Desde ese día que salgo a buscarla con una tristeza culposa que me hizo odiar a ese muchacho fraudulento,  que no supo comprender la pureza de aquel rostro, la voz dulce y pausada de su presencia sin tiempo.