Hace muchos ya, en un lugar en el que trabajé, una pieza de cerámica cayó al suelo y se rompió.
Siempre hay quien busca un responsable:
-Eso ha caído porque estaba al puesto ¿Quién lo ha ubicado ahí?
-Eso ha caído porque estaba al puesto ¿Quién lo ha ubicado ahí?
La pieza se puso en su lugar y permaneció allí durante muchas horas ¿Qué pasó?
La cuestión se cerró con comentario muy oportuno.
-Mira- dijo alguien -, echémosle la culpa al demonio y ya está.
Los antiguos judíos usaban un cordero y ponían sobre él todos los pecados del pueblo judío y luego, lo dejaban en el desierto para que el demonio Azazel diera cuenta de él; seguramente habrás oído la expresión "chivo expiatorio", de ahí viene.
Uno de los inconvenientes del cristianismo occidental, es esa idea odiosa del pecado y la culpa y por consiguiente el castigo y para castigar, ahí estaba el diablo, con los recursos que el imaginario humano le proporciona para cumplir su función de atormentador de chicos malos.
¿No es impresionante la imaginación y la creatividad humana a la hora de ideas sistemas de tortura?
El demonio "se come los marrones", por ser culpado del mal que el ser humano provoca.