Tendida sobre las arena late la memoria de dos cuerpos salados y humedecidos por las olas de la mar.
Tras una vigilia de amantes, el Sol perfilaba el contorno de dos bultos humanos enredados en un abrazo, respirando piel con piel y hostiles a la idea de la separación.
Pero con el Sol llegó la consciencia de la realidad y los sonidos ordinarios les recordaba que lo vivido, para ser irrepetible tenía que quedar allí; sobre aquella arena salada.
La noche es el exilio de los amantes y la oscuridad; alcahueta, los acomoda.
Con la llegada del día, la oscura complicidad de la noche desaparece, se aleja buscando a otros amantes en otros continentes, a quienes acomodar en un abrazo lunar, fresco y confortable, reduciendo el espacio necesario a lo abarcable por los brazos y las piernas, los susurros y las estrellas.
Para que aquella noche fuera eterna, tuvieron que abandonar la playa para no volver; pero en aquella playa, sobre aquella arena, quedó grabada la memoria de dos cuerpos que se amaron para no volver.